Queda ya lejano el tiempo en que descubrí el ajedrez. Tenía unos doce años cuando un buen día mi primo
Luis me abrió las puertas a este fantástico universo del tablero damasquinado. Recuerdo, como si fuera ayer, que me dijo: "Tete, te voy a enseñar a jugar a un juego que te va a encantar". ¡Y vaya si tenía razón!. Desde ese momento quedé absorvido para siempre por el ajedrez, y él es el "culpable" en primera instancia de que hoy, casi treinta años después, esté escribiendo estas palabras en el blog. Aún veo el viejo pequeño tablero de madera con sus piezas de estilo español, no del tipo Stauton como las más usadas actualmente, que se guardaban en unos compartimentos incorporados en cada extremo del tablero, en el cual jugamos cientos de partidas y en donde logré mi primer gran triunfo cuando al fín conseguí ganarle una partida. Recuerdo también con cariño nuestra rivalidad cuando, en el polémico mundial del año 1984, yo apoyaba a Karpov y mi primo a Kasparov, y guardo con mucho aprecio un libro que me regaló cuando se fué a cumplir el servicio militar, aunque me lo regalara con doble intención, que se titulaba "Garri Kasparov, campeón del mundo" de Ángel Martín y de la desaparecida
colección escaques de la editorial Martínez Roca.
En esa época, mi primo era un gran lector de comics y siempre me los pasaba cuando los había leido: comics de terror, de guerra, de los superhéroes de la Marvel, una colección de Conan el bárbaro... y entre ellos me dejó varios libritos divertidísimos de las tiras de Mafalda en los que casualmente encontré algunas que hacían referencia a mi gran pasión. Era como matar dos pájaros de un tiro.
Hoy, viajando atrás en el tiempo, he recuperado algunas de esas tiras y las traigo aquí para que podamos reirnos juntos con el humor de esos entrañables personajes creados por el dibujante argentino Quino, encabezados por la irrepetible Mafalda y su curiosa relación con el ajedrez.
Para terminar y como muestra de mi infinito agradecimiento a mi primo Luis por haberme enseñado los rudimentos del ajedrez e inculcado en mí el amor a este maravilloso juego, os dejo un enlace a aquel libro que, como explicaba más arriba, me regaló con mucho recochineo,aunque no le guardo ningún rencor por ello,claro, porque al fin y al cabo donde esté Karpov...
Así que, Luis, si lees esta entrada sólo te puedo decir una cosa: ¡¡Gracias!!.
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