Sin duda que el embrujo que nos produce el ajedrez es tan sublime, que nos hace sentirnos grandes creadores durante unos minutos, y a eso se refiere Marcel Duchamp cuando dice: "No todos los artistas son ajedrecistas, pero todos los ajedrecistas son artistas".

Sin duda, también, que el ajedrez no lo es todo. ¿Qué decir de la música, por ejemplo? Por eso os he dejado una pequeña muestra de mi música favorita, para que la disfrutéis, si os apetece, mientras os sumergís en el fascinante mundo del ajedrez.

Ya en su dia el gran Tarrasch dijo: "Como el amor, como la música, el ajedrez tiene la virtud de hacer felices a los hombres".

Y olvidémonos de aquella otra frase de Oscar Wilde que decía: "Si quieres destruir a un hombre, enséñale a jugar al ajedrez"...¡asusta!

Así que sin más dilación comenzemos este singular viaje a una tierra llena de peligros, en la que nos encontraremos a reyes enfrentados en un combate eterno, reinas poderosísimas y despiadadas, fortalezas sólidas e inexpugnables, obispos con gesto serio y mirada oblícua, ágiles corceles dispuestos a asestar coces mortales y valientes guerreros que nunca retroceden ante nada.

Estáis todos invitados, así que los que quieran pueden subir a bordo. Sin condiciones. Durante la travesía seremos testigos de inagotables maravillas y al llegar a puerto nos espera...la felicidad, sin duda.

BIENVENIDO. GRACIAS POR VISITAR MI BLOG.

domingo, 19 de septiembre de 2010

La defensa Caro-Kann


   Hoy traigo este libro que nos ayudará a profundizar en esta sólida defensa cuyo nombre procede de los dos ajedrecistas alemanes Horatio Caro y Marcus Kann, que introdujeron esta defensa en la práctica de los torneos durante la segunda mitad del siglo XIX. Ha estado en el repertorio de campeones del mundo como Capablanca, Botvinnik, Petrosian y más actuálmente en el del gran Anatoli Kárpov, que la utilizó como caballo de batalla en la final de candidatos disputada en Linares en 1987 en la que venció a su compatriota Andrei Sokólov, planteándola en las seis partidas que disputó con negras, y que le abrió las puertas a disputar nuevamente el máximo título a su archirrival Garri Kaspárov, en el inolvidable match de Sevilla en 1987, que acabó empatado a 12 puntos y que permitió a este último conservar la corona de campeón del mundo.

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