Portrait de joueurs d'échecs Marcel Duchamp, 1911 |
Como ya he repetido muchas veces a lo largo de la historia de este blog, y no me cansaré de seguir repitiéndolo, la belleza que encierra el ajedrez en el limitado y a la vez infinito universo de sesenta y cuatro escaques es tal que nos conduce a un nivel de emoción estética incomparable. Y lo mejor de todo es que para poder apreciar y disfrutar este placer no hace falta ser un jugador experto y avezado, sino que basta con conocer los rudimentos básicos de nuestro noble juego para maravillarnos ante cualquier partida espectacular que reproduzcamos en nuestro tablero.
Esta idea de resaltar esa bellas partidas que nos cautivan por su espectacularidad, que nos sorprenden con sus maniobras y sacrificios inesperados, que nos hacen soñar con la ilusión de que algun día nosotros mismos (¿por qué no?) seamos capaces de producir una obra de arte de esa índole, es la que llevó a la creación de los Premios de Belleza, con el fin de poner de manifiesto y premiar las cualidades artísticas de dichas partidas, algunas de las cuales, de otra forma, quizás hubieran pasado inadvertidas, y es que es frecuente que el referido premio no vaya a parar a manos de jugadores colocados en las primeras posiciones de la tabla de clasificación, que suelen estar más preocupados en alcanzar el punto en disputa que de la forma de conseguirlo...
Henry E. Bird |
La primera vez que se otorgó el Premio de Belleza fué en el Torneo de Nueva York de 1876 organizado por el periódico The New York Clipper y celebrado en el Café Internacional de la capital neoyorkina entre las fechas del 20 de septiembre y el 18 de octubre de 1876 en el que tomaron parte veintiún jugadores y del que resultó vencedor el jugador irlandés James Mason (1849-1905).
El señor Lieders, propietario del café y aficionado al ajedrez, ofreció un premio, consistente en una copa de plata, a la partida más bella del torneo. Los jueces fueron Barnes y Brenzinger, quienes decretaron que el premio fuera concedido al jugador inglés Henry E. Bird (1830-1908) por su soberbia partida contra el ganador del torneo Mason. Esta partida ha sido después muy criticada descubriendo en ella numerosos errores, lo que ha hecho dudar de sus merecimientos, aunque no podemos negar, que sin entrar en grandes análisis la partida es realmente espectacular y seguro que la disfrutaréis como se merece al estudiarla con calma:
Ciertamente que antes de que se instaurara oficialmente el otorgar el Premio de Belleza podemos encontrarnos con muchas partidas estupendas dignas de este galardón, entre las que no podemos dejar de citar, aunque sean archiconocidas, la llamada "Inmortal" disputada en Londres en 1851 entre Anderssen y Kieseritzky y la "Siempreviva" jugada en Berlin en 1852 entre Anderssen y Dufresne, que aunque seguro que las habréis visto montones de veces, por si queda algún despistado que no las conociera, aquí os dejo el desarrollo completo de ambas:
El propio Anderssen consideró al finalizar el torneo de Londres del año 1862, como la partida más bella de dicho certamen la que ganó el que años más tarde, en 1886, se proclamaría como el primer campeón del mundo, Wilhelm Steintz, al jugador inglés Augustus Mongredien (1807-1888):
James Mason |
Después de otorgarse el primer Premio de Belleza, como ya hemos dicho en 1876, por espacio de veinte años no se concedieron más premios salvo en contadas excepciones. Los grandes torneos no lo concedieron, o bien fue concedido bajo condiciones erróneas, como por ejemplo en el Torneo de Londres de 1883, donde sólo existía un premio para la partida más bella jugada en el transcurso de la segunda vuelta. Jugada dentro de la primera vuelta, la partida Zukertort-Blackburne, una de las partidas más bellas de la historia, quedó automaticamente eliminada.
Se puede considerar la costumbre de los Premios de Belleza como bien enraizada a partir del Torneo de Hastings de 1895, y puede considerarse que, apenas pasada esta fecha, no hay torneo importante o mediocre que no ofrezca a sus participantes uno o varios Premios de Belleza.
Daniel A. Yanofsky |
A continuación podremos disfrutar de esta bella producción, con los comentarios del propio ganador:
BLANCAS: L.Szabo NEGRAS: D.A. Yanofsky Winnipeg, 1967
1.d4,Cf6; 2.c4,g6; 3.Cc3,Ag7; 4.e4,d6; 5.Cge2,O-O; 6.Cg3,e5; 7.d5,c6; 8.Ae2,cxd5; 9.cxd5,Cbd7; 10.Ag5,h6; 11.Ae3,a6; 12.O-O,b5; 13.b4,Cb6; 14.a4 En esta posición sacrifiqué un peón por un ataque en el flanco de rey, un plan gracias al cual esta partida ganó el premio de Belleza.
14...,Cxa4; 15.Cxa4,bxa4; 16.Txa4,h5! Si el negro intenta defenderse en el lado de dama, está perdido. La movida del texto inicia un poderoso ataque que deja al blanco inerme. 17.f3,h4!; 18.Ch1,Ch5; 19.b5,Cf4. El negro abandona su flanco de dama y dirige sus piezas al de rey. Es interesante ver cuán impotente resulta el peón 'a' pasado del blanco en la lucha que se avecina. 20.bxa6
20...,Ah6! La clave del ataque. El negro se apodera del dominio de las casillas negras y no lo abandona hasta el final. 21.Cf2,Ch3+; 22.Cxh3,Axe3+; 23.Rh1 Si 23.Cf2, sigue ...Db6 y el blanco está muy enredado. 23...,Axh3; 24.gxh3,Dd7; 25.Rg2,Rg7; 26.Tb4,Tab8. El negro debe evitar que la torre rival penetre en la 7ª fila pues, en ese caso, el blanco tendría buenas posobilidades de contrajuego.
27.Db3,Txb4; 28.Dxb4,Tc8; 29.Db3,Da7; 30.Tb1 Si 30.Db7, seguiría ...Tc2!; 31.Dxa7,Txe2+ y gana. 30...,Ad4; 31.Dd1 El blanco no podría jugar 31.Db7 debido a ...Tc2; 32.Rf1,Dc4 amenazando ...Tc1 y dando mate. 31...,Dc5; 32.Rh1,Da3; 33.Dd2,Tc3; 34.Rg2 El negro amenazaba 34...,Dc5 y 35...,Tc2. 34...,Ae3; 35.Db2,Dc5; 36.a7 Intentando distraer la atención de las piezas negras.
36...,Tc2!! La clave de toda la maniobra: el blanco consigue otra dama, ¡pero es conducido al mate! 37.a8(=D),Txb2; 38.Te1 Si 38.Txb2, con ...Dc1 se fuerza el mate después de 39.Af1,Dxb2; 40.Rh1,Df2!. 38...,Ag1!; 39.Rh1 Por supuesto que si 39.Txg1,Txe2; 40.Rh1,Df2 y mate seguido. 39...,Df2! y las blancas abandonaron.
Pinchando sobre la cruz podéis seguir el desarrollo de la partida en el visor.
(Ver Partida)(Ocultar)
Para cerrar esta entrada recurriremos a un viejo conocio nuestro, Marcel Duchamp, que nos dejo una frase que se ajusta muy bien al tema que hemos tratado: "Todavía soy una víctima del ajedrez. Tiene toda la belleza del arte y mucho más. No puede ser comercializado. El ajedrez es más puro que el arte en su posición social".
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